9 de noviembre de 2012. National Geographic España
El de Isabel y Fernando no fue un matrimonio por amor (muy pocos lo
eran), pero la pasión y el afecto tuvieron su lugar en una unión
determinada por la razón de Estado
El matrimonio de los Reyes Católicos, realizado
cuando ambos eran unos adolescentes y ninguno de ellos era rey ni tenía
seguridades completas de llegar a serlo, tuvo consecuencias
trascendentales para la historia de España, e incluso del mundo, pues
conllevó la unión de Castilla y Aragón, el fin de la Reconquista o el
descubrimiento de América. Pero a la vez el enlace revistió una
dimensión personal no menos interesante para el historiador. Aunque en
su origen la unión estuvo dictada por razones de conveniencia política,
desde los primeros momentos se advirtió entre los esposos una
compenetración especial. En ello no faltó la pasión amorosa, en el caso
de Fernando sobre todo en las fases iniciales del matrimonio, cuando en
sus cartas a la reina aludía al mal que le causaba la separación o se
presentaba como amante despechado; a Isabel, más discreta pero también más constante, la dejaban en evidencia sus recurrentes accesos de celos.
Este
afecto mutuo no impidió que entre los cónyuges surgieran desavenencias
pasajeras, por ejemplo por el empeño de Isabel en hacer visible que ella
era la “reina propietaria” de Castilla, mientras que Fernando en
Castilla era simple rey consorte, aunque le otorgara plena facultad de
mando. Con el tiempo entre ambos se impuso una complicidad basada en sus
comunes intereses políticos pero también en la preocupación compartida
por la suerte de sus hijos. La muerte del príncipe heredero Juan, en
1497, supuso un duro golpe para ambos, agravado por el fallecimiento de
su otra hija mayor, Isabel, y del hijo de ésta, Miguel, heredero del
reino. La sucesión pasó entonces a su tercera hija, Juana, cuyos
desequilibrios psicológicos amargaron los últimos días de la reina
Isabel, fallecida cuando tenía poco más de 50 años, en 1504. Fernando
escribió entonces: "su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta
vida me podría venir…" La juventud y los años de plenitud de la
monarquía unificada se habían esfumado, ante un futuro que no se sabía
aún qué depararía.
Se trata de un texto histórico-literario, es
una fuente primaria, obra del escritor español Rafael Alberti. Es un extracto
del libro “La arboleda perdida”, que es el título que dio a sus memorias
escritas durante el exilio.
Rafael Alberti, escritor español de la
generación del 27, fue miembro activo
del Partido Comunista y se exilió tras la Guerra Civil española, no volverá a
España hasta 1977, una vez muerto Franco.
Las circunstancias históricas en que se
encuadra el texto son, dentro de sus
memorias, el recuerdo de la excursión que hizo a Altamira en 1929, al
encontrarse en Santillana del Mar. La cueva de Altamira fue descubierta por Modesto
Cubillas, pero será Marcelino Sanz de Sautola, el dueño de la finca y
aficionado a la paleontología quien es reconocido como el descubridor de
Altamira.
El tema principal del texto es hasta qué
punto Alberti quedó impresionado con su visita a la Cueva de Altamira, a la cueva
original, que era visitable desde 1917. Desde 2001 con la construcción de la
neocueva, son muy limitados los accesos a la cueva original. Esta impresión que
nos relata Alberti recuerda al conocido síndrome de Stendhal, algo así como una
sobredosis de belleza artística.
La idea principal es una descripción
subjetiva y detallada de lo que Alberti encontró en esta visita a la cueva, que
fue la primera cueva del mundo donde se encontraron restos de pinturas rupestres
del Paleolítico Superior.
El autor nos transporta a la cueva denominándola
“El santuario más hermoso del arte
español”, “la oquedad pintada más asombrosa del mundo” y conocida tiempo después
como la Capilla Sixtina del Arte Rupestre, habitada entre hace 35.000 y 10 000
años, en la etapa prehistórica del Paleolítico
Superior. Durante este periodo domina el Homo Sapiens, representante de nuestra
especie. Única especie de homínido capaz de crear arte, el autor del texto la
describe así “maestros subterráneos de
nuestro cuaternario pictórico”. Durante el proceso de hominización la capacidad
cerebral ha ido aumentado, Homo Sapiens posee inteligencia y la necesidad de
expresarse artísticamente, dando lugar a las primeras manifestaciones pictóricas
de la humanidad. También del texto “allí
en rojo y negro” extraemos las características técnicas de la pintura, son
pinturas policromas realizadas con pigmentos de óxido de hierro, ocre y carbón natural.
La sensación de tridimensionalidad está
muy presente, de ahí el impacto sufrido por el escritor, por el aprovechamiento
de las protuberancias de la roca, creando la sensación de relieve en la anatomía
de los animales.
Hay varias teorías que intentan dar
respuesta a la existencia de las pinturas en el interior de las cuevas,
teniendo en cuenta la dificultad para su realización por la falta de medios y
las dimensiones reales de la cueva, no hay una teoría definitiva y totalmente
aceptada. La más utilizada es la que atribuye a las pinturas un sentido mágico
religioso propiciatorio de la caza, dibujando a los animales se consigue
atrapar su alma y en consecuencia la caza resultara más fácil. También se
trabaja con la teoría histórica que defiende que las paredes no son más que el
testimonio de lo que los hombres del Paleolítico vivían, y el tipo de animales
con los que se enfrentaban a diario, teniendo en cuenta que la caza era su modo
de subsistencia; sorprende, no obstante, la falta de representación humana. Y
por último, la teoría del arte por el arte, como una expresión de un colectivo
que realiza estas representaciones con la única intención de dar salida a una
necesidad estética.
Alberti en sus memorias habla de un hecho
circunstancial, que le marcó positivamente, su visita a Altamira. No es
casualidad, Alberti siempre mostró predilección por la pinturae interés por el patrimonio. Además de narrar
un recuerdo, de vital importancia en su biografía personal, nos recuerda la
grandeza de las cuevas como un lugar único en el mundo, y junto con otros
autores contribuye a la literatura que sobre Altamira se ha publicado. En esta
cueva está todo, el comienzo de algo imparable, la capacidad de crear arte.