sábado, 19 de noviembre de 2016
TEMA 5. LOS REYES CATÓLICOS
Los Reyes Católicos: entre el amor y la política
9 de noviembre de 2012. National Geographic España
El de Isabel y Fernando no fue un matrimonio por amor (muy pocos lo eran), pero la pasión y el afecto tuvieron su lugar en una unión determinada por la razón de Estado
El matrimonio de los Reyes Católicos, realizado
cuando ambos eran unos adolescentes y ninguno de ellos era rey ni tenía
seguridades completas de llegar a serlo, tuvo consecuencias
trascendentales para la historia de España, e incluso del mundo, pues
conllevó la unión de Castilla y Aragón, el fin de la Reconquista o el
descubrimiento de América. Pero a la vez el enlace revistió una
dimensión personal no menos interesante para el historiador. Aunque en
su origen la unión estuvo dictada por razones de conveniencia política,
desde los primeros momentos se advirtió entre los esposos una
compenetración especial. En ello no faltó la pasión amorosa, en el caso
de Fernando sobre todo en las fases iniciales del matrimonio, cuando en
sus cartas a la reina aludía al mal que le causaba la separación o se
presentaba como amante despechado; a Isabel, más discreta pero también más constante, la dejaban en evidencia sus recurrentes accesos de celos.
Este
afecto mutuo no impidió que entre los cónyuges surgieran desavenencias
pasajeras, por ejemplo por el empeño de Isabel en hacer visible que ella
era la “reina propietaria” de Castilla, mientras que Fernando en
Castilla era simple rey consorte, aunque le otorgara plena facultad de
mando. Con el tiempo entre ambos se impuso una complicidad basada en sus
comunes intereses políticos pero también en la preocupación compartida
por la suerte de sus hijos. La muerte del príncipe heredero Juan, en
1497, supuso un duro golpe para ambos, agravado por el fallecimiento de
su otra hija mayor, Isabel, y del hijo de ésta, Miguel, heredero del
reino. La sucesión pasó entonces a su tercera hija, Juana, cuyos
desequilibrios psicológicos amargaron los últimos días de la reina
Isabel, fallecida cuando tenía poco más de 50 años, en 1504. Fernando
escribió entonces: "su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta
vida me podría venir…" La juventud y los años de plenitud de la
monarquía unificada se habían esfumado, ante un futuro que no se sabía
aún qué depararía.
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